17 de junio de 2006

Ariadna

Suelta ya los recuerdos en medio de esa luz incómoda, y es así como todo va perdiendo sentido. A punto de la asfixia, los exhala desesperadamente tratando de recuperarlos, incluso aquellos recuerdos delirantes, tristes y agónicos. No bastaba entonces respirar como una niña arrepentida, a punto del reproche. Sofocada por el tibio paso del tiempo, que la atrapaba con más vehemencia que su propia tristeza, oía el latido del alma, formando tenues ecos del lamento. Ausencia, la voz lejana, arrepentida de ser vida, marchita como la flor más hermosa. No había tiempo eterno para ella, sus pensamientos recubrían el dolor con lúdicas pinceladas de abstracción.

Ilusión, tejía ahora nuevas promesas dedicadas a la esperanza; sálvame no era una sola palabra . Se sentía suspendida en un sueño ajeno, insoportablemente libre, tejiendo todos sus deseos, y en ellos la ilusión. Un silencio cubrió a su espíritu mientras deslucía la blancura del momento. Ariadna, le preguntó la noche, ¿eres tú la tejedora de ilusiones?

Fragmento de Yan She. Alan Márquez. 2005

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